lunes, 29 de julio de 2019

Lo que no pudo ser, y fue.


             No podía salir de mi asombro.  No lo podía creer. No podía ser verdad. Y, sin embargo, lo era. Lo pude leer en los labios del señor de seguridad; una palabra que sonaba atroz. Unas palabras pronunciadas como a cámara lenta, cada letra arrastrada sobre la siguiente con una triste cadencia.

         - S-U-S-P-E-N-D-I-D-O.

         Me quedé quieta, muy quieta, como si se hubiera detenido el tiempo. El tiempo detenido y sobre mi cabeza, un gran jarro de agua fría. Literalmente hablando, porque esa tormenta de verano sería bastante difícil de olvidar.
Parecía que el tormentón de la noche pasada no había sido suficiente y que el cielo se guardaba un bis. Un bis, que dicho sea de paso, aguantó todo el día entre nubes y claros y cuatro gotas que cayeron a media mañana, pero nada más.  Se lo estaba guardando todo el muy desgraciado  para soltarlo a las 22.30h, con todas sus ganas. Hubo un preludio de deslumbrantes relámpagos que iluminaron a todo el Patio de La Hospedería de San Benito, y truenos ensordecedores que sobresaltaron al público mientras aguardaba con ansia y felicidad el momento del inicio del concierto.

      Tras varios años de ausencia, estábamos todos con gran deseo de escucharlo y, sobre todo, disfrutarlo. Porque a Jorge se le escucha, pero sobre todo se le saborea. Se goza de su presencia y apariencia, siempre vestido con esa sonrisa sincera y lleno de hermosas palabras, que luego gusta de compartir , llegando al fondo de cada una de las personas que embelesadas le escuchan. Por todo eso, la posibilidad de tenerlo ante mis ojos por vez primera se me hacía un pequeño sueño cumplido, un pequeño oasis de felicidad. Y, además, en el lugar tan emblemático en el que estábamos. Y por todos esos motivos, las palabras del guardia de seguridad retumbaron en mis oídos, como martillazos en mi sien.

          El caso es que la velada comenzó, a pesar del cielo encapotado, lindo, con unas hermosas palabras de Jorge hechas poesía, con todo el público a respiración cortada, embelesado a la vez que ensimismado, como si no quisiera perderse un segundo de tal maravilla que sus ojos estaban, al fin, presenciando. Poco duró la alegría, y empezó otro espectáculo paralelo, el que la climatología se venía reservando. Jorge comenzó a cantar y nosotros seguíamos en esa especie de trance en el que nos tenía atrapados. Las cuerdas de esas guitarra vibraban sin cesar, con una musicalidad exquisita. Prosiguió como pudo, sólo interrumpido por los rayos y truenos que comenzaron a acompañarlo.       El cielo se estaba emocionando. Un súbito relámpago provocó su sorpresa, y su preocupación por el impredecible desenlace de nuestro encuentro. Jorge no se amedrentó y respondió con humor y una perfecta rima improvisada que nos sacó del trance en que nos encontrábamos y nos reímos, aún si cabe, más emocionados que antes.

        Cantamos con él « Mi guitarra y vos” ya notando las primeras lágrimas que el cielo se había estado reservando. Era una llovizna soportable de nos ser por el vendaval con el que el dios Eolo parecía pretender aplaudir. Ya podían los dos guardarse sus emociones para dentro y dejarnos en paz. Sin embargo, parecía ser tal la emoción meteorológica que la escenografía que habían preparado se fue al garete y veíamos a los técnicos intentando sujetar con cinta algo que se estaba por volar por los aires. Húbose, pues, que improvisar. Jorge nos comentó que no era para nada el primer show accidentado de su carrera, ¡ni mucho menos!,  y que si todos habían tenido algo de bueno, es que de cada uno había aprendido algo.

- A ver qué me llevo hoy de aquí. Nos guiñó un ojo y prosiguió con tranquilidad.

         Prescindió pues, de su escenografía y se dispuso a a cantar, aun no sabíamos qué, sentado, con un micrófono y una guitarra acústica. Por devenires del destino, el micrófono no quiso funcionar (cuando las cosas se tuercen, se tuercen de verdad).
De acuerdo, pareció pensar, y dijo que cantaría con su otra guitarra, incluso algunas  canciones que no había pretendido cantar ese día.

- ¡Milonga del Moro Judío!-. Gritaron por la primera fila. Y todos coreamos al unísono.

        Y empezaron los acordes. Unos acordes familiares. Y esa primera estrofa que nos hizo a todos bailar.
-Por cada muro un lamento/ En Jerusalén la dorada/Y mil vidas malgastadasPor cada mandamiento/ Yo soy polvo de tu viento/Y aunque sangro de tu herida/Y cada piedra querida/Guarda mi amor más profundo/No hay una piedra en el mundo/Que valga lo que una vida....

Y nosotros cantamos con él, suavemente para poder al tiempo escucharlo...

       Era sublime, era la simbiosis perfecta. Fluían nuestras voces suavemente con la suya hasta que la lluvia comenzó a arreciar, lenta pero incesante. Aguantamos estoicamente, absortos ante la genialidad que teníamos la fortuna de estar presenciando, a pesar del fino manto húmedo que nos cubría. Al mismo tiempo aumentaba, a su vez, la humedad que alguno empezábamos a notar en los ojos, y en el corazón. Era pura magia, magia truncada e interrumpida por el aguacero que comenzó a precipitarse sobre nosotros en apenas cuestión de segundos. Él mismo nos invitó, o más bien incitó a refugiarnos en los soportales, preocupado al ver que muchos aun no habíamos movido un dedo y, menos, levantado el culo del asiento en todo el rato. Mientras siguiera con su música nosotros seguiríamos encantados por su hechizo, sometidos a su arte y porte sobre el escenario.

     Hasta ese momento no habría sabido explicar, si me lo hubieran preguntado, la definición gráfica de la expresión “ caer soretes de punta”, porque era exactamente lo que estábamos vivenciando en riguroso directo.

El caso es que, finalmente, con el mayor pesar de los pesares, y la mayor de las premuras, nos levantamos de golpe corriendo a resguardarnos. Se caía el cielo sobre nuestras cabezas. Ay, si lo viera Astérix.
¡Maldita sea! Apenas habíamos podido disfrutar de media horita de concierto, que si bien nos supo a gloria, se nos hizo, por supuesto, insuficiente.

La cara de disgusto y desolación de los allí presentes, no nos la cambiaba nadie, ni nada a no ser que la metereología cambiara de opinión y las nubes se largaran a otro lado a soltar sus penas. Si eso sucedía, Jorge nos prometía que se renaudaría el concierto.
No obstante, a pesar de que todas las personas allí congregadas, pegadas codo con codo y respirando la nuca mojada y el cogote del de enfrente, mandamos nuestra buena energía mientras nos mordíamos la lengua conjurando a la suerte, pareció no ser suficiente.
Y las palabras, ESA palabra pronunciada por el guardia de seguridad, confirmó la catástrofe.
-¿Por qué?¿Por qué?¿Por qué hoy?¿Por qué ahora?¿Por qué?
Mierda. Había personas que ya habían comenzado a salir del recinto, yo no me podía mover.
¿No saldrá a saludarnos? Esa pregunta me rondaba la cabeza, tal vez con la poca esperanza que aún albergaba. Y dado que siempre es esa esperanza lo último que uno pierde, me dirigí con decisión a un tipo con una cinta en el cuello que tenía pinta de ser de la organización.

-No va a salir.
-Dígale que por favor, que necesitamos verle.
-No. Ha dicho antes del show que no iba a salir.
-¿Pero y de forma excepcional, dado lo que ha pasado?- Lo miré con la mejor de mis sonrisas, puramente fingida, y sin poder ocultar el brillo de desolación de mis ojos, que apoyaban mi súplica.

Nada.
Bueno, pues por las dudas, opté por esperar. Aguardaría lo que hiciera falta hasta verlo salir. Que se atreviera alguien a echarme. Y parecía que no era la única. Una gran parte de la muchedumbre que se agolpaba sobre el soportal se mantuvo también a la espera. O tal vez, a la espera de que arreciara y se pudiera ir cada uno a su casa. O la disyuntiva entre ambas cosas.
Los segundos se hacían horas, transcurrían con lentitud , arrastrando los talones. Todo lo contrario hacía la lluvia de afuera, que caía con una fuerza y brutalidad desproporcionadas. Como siguiera así, nos sacaban de allí en barca, los afortunados, y a nado, los restantes.

         Y, cuando ya parecía que estaba todo perdido, y la espera había sido en vano, a mi tímpano le llegó una voz en una frecuencia conocida, que le hizo vibrar y transmitirla como un fogonazo en milisegundos a que mi cerebro la interpretara. Esa voz. Era él.
Se encontraba detrás de una gran pantalla que publicitaba el evento. Me froté los ojos y limpié escrupulosamente los cristales de mis gafas en tiempo récord, el preciso para confirmar que el milagro se había obrado. Me levanté de golpe, al mismo tiempo que un grupo de chicas que estaban a mi lado y que tal vez hubieran pasado por un proceso de asimilación semejante al mío.

-¡¡¡¡Síiiiii!!!- Gritamos como locas. Unas locas mojadas, pero felices.

Mis tripas bailaban por adentro de mi cuerpo al son de la guantanamera. Me temblaba una pierna. Y a mano izquierda. Respiré profundo al verlo apenitas a un par de pasos de distancia.
        Nos saludó como quien saluda a su familia. Vestía una sonrisa tranquila y se había cambiado de ropa. Era uno más entre nosotros. Se dejó hacer fotos y nos iba saludando uno a uno. Yo estaba de las primeras y lo miraba tímidamente desde un ladito. Dada mi altura era bastante difícil pasar desapercibida, pero tenía la ventaja de verlo todo sin ningún tipo de obstáculo en medio. No podía apartar la mirada de ese círculo en que se encontraba rodeado de todos nosotros, esperando turno.
Y, ay, cuando llegó el mío. Nos miramos de frente y fue como flotar en un océano de paz. Me sonrió y, acto seguido, la manecilla del reloj dejó de andar y el reloj de arena paró el tiempo. La Tierra dejó girar. El tiempo y el mundo se habían parado al tiempo que mi corazón hacía lo propio y abandonaba su latir. Todo esto ocurrió durante unos imperceptibles segundos, de un valor incalculable.

Silencio.

       Aquel paro sólo se pudo retomar cuando, unos centímetros más cerca ya, Jorge me abrazó, nos dimos dos besos y colocó su brazo izquierdo sobre mi costado del mismo lado y dejó caer su manos sobre mi cintura, para hacernos la foto. Y en ese instante mi corazón, parado en seco segundos antes y aun a medio fuelle, se puso bombear como loco. Como si nos dispusiéramos a correr una maratón él y yo y él quisiera transmitirme, orgulloso, que podía contar con él. Algo de razón tenía, pues en realidad, veníamos de correr esa maratón ya. Pero no había sido física, sino todo un desafío a la metereología y a la suerte. Y, finalmente, ambas habían ganado. La emoción del cielo consiguió arruinar la velada obligando a suspender el concierto. No obstante, fue la suerte la que subió al podio al habernos complacido con la presencia de Jorge, que había salido a nuestro encuentro.

     Pero...¿dónde me había quedado? ¡Ah, sí! La mano de Jorge Drexler apoyada suavemente sobre mi cintura. Habría podido mantener esa postura una eternidad. Creo que mi atolondramiento quedó claramente patente en las fotos que nos sacaron. Eso sí, él perfecto, con su perenne sonrisa y su siempre cautivadora mirada.

      Hoy me despierto con la magia de ese encuentro. Recapacito y busco en mis recuerdo si fue real, o puro sueño. Sonrío. Había sido real, el pedacito de su música que nos trajo y los abrazos que nos regaló. Pero también había sido un sueño. El sueño de quien ama la música y la filosofíade Jorge Drexler. Porque después de todo, esos dos ganadores, la metereología y la suerte, situados sobre una balanza, habrían tal vez conseguido el equilibrio. Por un lado, la opción de elegir un concierto completo en primera fila, tan anhelado, que tanta ilusión y felicidad había creado. Por otro lado, algo que no tengo la certeza de que pueda volver a ocurrir; la posibilidad de un encuentro con Jorge, una oportunidad de saludarle y conocerle en persona, dos besos en la mejilla, una mano en mi cintura.   Una sonrisa en mi memoria y una foto para el recuerdo.

Todo eso en mi bolsillo, su beso, en mi corazón. 

 La partida en tablas.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Tu realidad

Mirando desde dentro a la profundidad del horizonte es cuando te das cuenta
de lo que eres, y de tu realidad...



domingo, 1 de marzo de 2015

El amor y la locura

>> Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso:
 "¿Jugamos al escondite?". La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: "¿Al escondite? ¿Y cómo es eso?".
 "Es un juego -explicó la locura- en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden. Y, cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes al que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego".
 El entusiasmo bailó secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda e, incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, la verdad prefirió no esconderse, para qué, si, al final, siempre la hallaban, y la soberbia opinó que era un juego muy tonto, pero en el fondo, lo que le molestaba es que la idea no hubiese sido suya. 
Y la cobardía... la cobardía prefirió no arriesgarse. "Uno, dos, tres...", comenzó a contar la locura.
 La primera en esconderse fue la pereza que, como siempre, se dejó caer en la primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: que si un lago cristalino, ideal para la belleza, que si una rendija de un árbol, perfecto para la timidez, que si el vuelo de la mariposa, lo mejor para la voluptuosidad, que si una ráfaga de viento, magnífico para la libertad. Así que terminó por ocultarse en un rayito de sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, lo encontró ventilado, cómodo... pero eso sí, sólo para él.
 La mentira se escondió en el fondo de los océanos, ¡mentira! en realidad se escondió detrás del arco iris. Y la pasión y el deseo en el cuarto de los volcanes. El olvido... ¡se me olvidó dónde se escondió! pero, bueno, eso no es lo importante. 
 Cuando la locura contaba 999.999, el amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores. "Un millón" contó la locura, y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres pasos de la piedra. Después escuchó a la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre teología. Y la pasión y el deseo los sintió en el vibrar de los volcanes. 
En un descuido encontró a la envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo.
 Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado desde su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y, al acercarse al lago, descubrió a la belleza. 
Y con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse.
 Así fue encontrando a todos: El talento, entre la hierba fresca, a la angustia, en una oscura cueva, a la mentira detrás del arco iris, ¡mentira! si ella estaba en el fondo del océano, y hasta el olvido, al que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite. Sólo el amor no aparecía por ninguna parte. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada rolluelo del planeta, en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y sus rosas, y tomó una horquilla y comenzó a mover sus ramas. Cuando, de pronto... un doloroso grito se escuchó. Las espinas habían herido los ojos del amor. La locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su Lazarillo. 
 Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la Tierra, el amor es ciego y la locura siempre le acompaña.

EDUARDO GALEANO

viernes, 27 de febrero de 2015




>> Al final está quien quiere estar. 

Y dejan de importar 

las palabras
cuando hay abrazos 
que marcan cada silencio.

martes, 24 de febrero de 2015

Quiero saber


No me interesa saber cómo te ganas la vida. Quiero saber lo que ansías, y si te atreves a soñar con lo que tu corazón anhela.
No me interesa tu edad. Quiero saber si te arriesgarías a parecer un tonto por amor, por tus sueños, por la aventura de estar vivo.
No me interesa qué planetas están en cuadratura con tu Luna. Quiero saber si has llegado al centro de tu propia tristeza, si las traiciones de la vida te han abierto o si te has marchitado y cerrado por miedo a nuevos dolores. Quiero saber si puedes vivir con el dolor, con el mío o el tuyo, sin tratar de disimularlo, de atenuarlo ni de remediarlo.
Quiero saber si puedes experimentar con plenitud la alegría, la mía o la tuya, si puedes bailar con frenesí y dejar que el éxtasis te penetre hasta la punta de los dedos de los pies y las manos sin que tu prudencia nos llame a ser cuidadosos, a ser realistas, a recordar las limitaciones propias de nuestra condición humana.
No me interesa saber si lo que me cuentas es cierto. Quiero saber si puedes decepcionar a otra persona para ser fiel a ti mismo; si podrías soportar la acusación de traición y no traicionar a tu propia alma...
Quiero saber si puedes ver la belleza, aun cuando no sea agradable, cada día, y si puedes hacer que tu propia vida surja de su presencia.
Quiero saber si puedes vivir con el fracaso, el tuyo y el mío, y de pie en la orilla del lago gritarle a la plateada forma de la luna llena: "¡Sí!".
No me interesa saber dónde vives ni cuánto dinero tienes. Quiero saber si puedes levantarte después de una noche de aflicción y desesperanza, agotado y magullado hasta los huesos, y hacer lo que sea necesario para alimentar a tus hijos.
No me interesa saber a quién conoces ni cómo llegaste hasta aquí. Quiero saber si te quedarás en el centro del fuego conmigo y no lo rehuirás.
No me interesa saber ni dónde ni cómo ni con quién estudiaste. Quiero saber lo que te sostiene, desde el interior, cuando todo lo demás se derrumba.
Quiero saber si puedes estar solo contigo y si en verdad aprecias tu propia compañía en momentos de vacío".
No me interesa qué planetas están en cuadratura con tu Luna. Quiero saber si has llegado al centro de tu propia tristeza, si las traiciones de la vida te han abierto o si te has marchitado y cerrado por miedo a nuevos dolores. Quiero saber si puedes vivir con el dolor, con el mío o el tuyo, sin tratar de disimularlo, de atenuarlo ni de remediarlo.

Quiero saber si puedes experimentar con plenitud la alegría, la mía o la tuya, si puedes bailar con frenesí y dejar que el éxtasis te penetre hasta la punta de los dedos de los pies y las manos sin que tu prudencia nos llame a ser cuidadosos, a ser realistas, a recordar las limitaciones propias de nuestra condición humana.
No me interesa saber si lo que me cuentas es cierto. Quiero saber si puedes decepcionar a otra persona para ser fiel a ti mismo; si podrías soportar la acusación de traición y no traicionar a tu propia alma...
Quiero saber si puedes ver la belleza, aun cuando no sea agradable, cada día, y si puedes hacer que tu propia vida surja de su presencia.
Quiero saber si puedes vivir con el fracaso, el tuyo y el mío, y de pie en la orilla del lago gritarle a la plateada forma de la luna llena: "¡Sí!".
No me interesa saber dónde vives ni cuánto dinero tienes. Quiero saber si puedes levantarte después de una noche de aflicción y desesperanza, agotado y magullado hasta los huesos, y hacer lo que sea necesario para alimentar a tus hijos.
No me interesa saber a quién conoces ni cómo llegaste hasta aquí. Quiero saber si te quedarás en el centro del fuego conmigo y no lo rehuirás.
No me interesa saber ni dónde ni cómo ni con quién estudiaste. Quiero saber lo que te sostiene, desde el interior, cuando todo lo demás se derrumba.
Quiero saber si puedes estar solo contigo y si en verdad aprecias tu propia compañía en momentos de vacío".
Oriah Mountain Dreamer
Equilibrio Yoga

lunes, 26 de enero de 2015

Tus ojos


Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada.
Te quiero por tu mirada,
que mira y siembra futuro


Mario Benedetti

"Everytime"



Notice me
Take my hand
Why are we
Strangers when
Our love is strong
Why carry on without me?

Everytime I try to fly
I fall without my wings
I feel so small
I guess I need you baby
And everytime I see you in my dreams
I see your face, it's haunting me
I guess I need you baby

I make believe
That you are here
It's the only way
I see clear
What have I done
You seem to move on easy

And everytime I try to fly
I fall without my wings
I feel so small
I guess I need you baby
And everytime I see you in my dreams
I see your face, you're haunting me
I guess I need you baby




sábado, 1 de noviembre de 2014

El diagnóstico y la terapéutica

 El amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas. A los enfermos, cualquiera nos reconoce. Hondas ojeras delatan que jamás dormimos, despabilados noche tras noche por los abrazos, o por la ausencia de los abrazos, y padecemos fiebres devastadoras y sentimos una irresistible necesidad de decir estupideces.


 El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quereme, como al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de hostia; tampoco el diente de ajo sirve para nada. El amor es sordo al Verbo divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las vivanderas pregonen, en los mercados, infalibles brebajes con garantía y todo.

Eduardo Galeano - El libro de los abrazos.

martes, 26 de agosto de 2014

Ventana sobre el miedo

El hambre desayuna miedo. 
El miedo al silencio aturde las calles. 
El miedo amenaza:

Si usted ama, tendrá sida.

Si fuma, tendrá cáncer.

Si respira, tendrá contaminación.

Si bebe, tendrá accidentes.

Si come, tendrá colesterol.

Si habla, tendrá desempleo.

Si camina, tendrá violencia.

Si piensa, tendrá angustia.

Si duda, tendrá locura.

Si siente, tendrá soledad.



Eduardo Galeano - Las Palabras Andantes.


domingo, 6 de julio de 2014

Tiempo

EL TIEMPO AQUEL
El tiempo es el límite del hombre consigo mismo. Se lo dije de repente, sin pensar, mientras mordisqueaba una brizna de hierba húmeda como su boca. Tenía una sonrisa en los ojos. Conocía aquella mirada, pero nunca supe si era sorpresa, admiración, indiferencia o sarcasmo. Se lo había preguntado alguna vez.
-Es una mezcla de todo. Nada es tan simple como tus enunciados filosóficos. La vida es compleja y resulta una maraña de intenciones. Un beso no es nunca eso a lo que llamamos beso. Es un centro floral del alma. Incluye tacto, caricia, entrega, recepción, penetración de un alma en otra, lucha de lenguas, saliva regalada. Un beso no es un enunciado. Es más bien una proclama, una rebelión, una bandera que llama a la más hermosa de las batallas.
No supe cómo debía encajar sus palabras. ¿Desafío? ¿Incitación? ¿Propuesta?
-No analices mis palabras. Déjate llevar. El deseo es una sencillez compleja (Ahora era ella quien lo complicaba todo). Miramos el brillo de la piel. Brota una luz en los labios. Buscas la embestida de mis pechos. Yo indago tu vientre hasta encontrar tu bandera victoriosa. Después es el encuentro y el olvido del mundo. Es no saber si somos tú y yo o nosotros. Es el desprecio de la historia, de las circunstancias, de los relojes. No será el tiempo el límite de nada. Serás tú mi frontera asaltada. Yo tu frontera permitida. El nosotros el pronombre que lo define todo porque no define nada.
No sé si fue un sueño. No sé si existo. Me consta que vives cuando me miro el alma.

                                                                                                                           Marpalabra

miércoles, 2 de julio de 2014

Cae el Sol

Y cada vez que vuelvo
tus ecos están
y querría despertarme
y al fin con vos volver a jugar.
Cae el sol y aun sigo soñando
sale el sol y no te puedo encontrar.
Y cada vez que vuelvo aquí
siento que vos
me arrojaste a la inercia
sin novedad, sin decepción.
Cae el sol... etc.
Y cada vez que vuelvo
un mismo final
afuera el mundo sigue
soy uno más buscando en el mar
Cae el sol... etc.
Un extraño destino, una oscura verdad
tan sólo tropiezos, amar o callar
anduve caminando por calles al azar
por calles vacías
buenos aires, buenos aires,
humedad...

martes, 3 de junio de 2014

No te rindas

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero

Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.


                                                                                        Mario Benedetti
                                                            

miércoles, 14 de mayo de 2014

Sol




>> El amor es lo único a lo que no se puede renunciar, porque está ahí, siempre.
Aparece y desaparece a su antojo, sin que puedas hacer nada.
Las personas buscan el amor lo mismo que las plantas bajo el sol.
Todos tenemos una imagen de nosotros mismos, pero nunca coincide con la que tienen los demás.
Y debemos entender la de los demás, aunque sin dejar de ser nosotros mismos.

                         
 -Las chicas de alambre, Jordi Sierra i Fabra.




Courageous

So she dreamt of running away with the monkeys.
The most curious tended to be the most courageous.


jueves, 17 de abril de 2014

Burnt

When a day is like fire,
burn inside,
burn your soul,
since nobody listens,
nobody feels,
our fire
that exists.
Words can burn,
words can hurt,
being right or wrong,
can't be judged,
as it's not shared
this feeling,
just between two souls
who are already chained.