Un año más que ya quedó atrás.
Otro año lleno de vivencias y aventuras.
De momentos para recordar, y jamás olvidar.
Y de experiencias. Sobretodo experiencias.
Inolvidables e irrepetibles.
Experiencias que iluminan tu vida,
que la dan un sentido, un por qué.
Que muestran y desvelan
algo que con lo que nunca antes habías topado,
algo novedoso, y en muchos casos positivo.
Ves despertar lo que antes estaba dormido en ti,
escondido, aletargado.
Como un niño acurrucado al que basta que le tiendas la mano
para que te la sostenga y se levante con una sonrisa en los labios.
Sólo le hacía falta un empujón, tu confianza.
Que creyeras en él.
Y lo hiciste.
Y a su vez te sorprendes,
te preguntas si es lo correcto.
Dudas.
La realidad del momento te confunde.
Demasiadas cosas han llegado de forma repentina,
y no sabes cómo reaccionar.
Aparecen los cambios.
Los tienes que afrontar,
aunque a veces sea a tu pesar.
Es lo que hay.
Lo intentas.
Aprendes de la vida y de los que te rodean.
Y la vives.
Y disfrutas.
Porque es una experiencia única.