
Nada es lo que era.
De la misma forma que nada es lo que parece ser.
Sorprendente.
Decepcionante.
Las cosas cambian y muchas veces no podemos hacer nada por evitarlo.
No podemos impedir que lo árboles crezcan,
que el viento deje de soplar
o que lo haga en dirección contraria.
Tampoco que incluso nosotros mismos cambiemos.
Ya sea por dentro o por fuera.
Aunque duela.
Sobre todo si es el otro.
Sin embargo, hay veces que sí está en nuestras manos el poder intervenir en tal proceso.
Podemos, pero no siempre lo hacemos.
¿No es verdad?